DISCURSO LEÍDO EN LA SOLEMNE SESIÓN PÚBLICA DE APERTURA DEL CURSO ACADÉMICO 2010 POR Dª. MARISA AZUARA ALLOZA

Excelentísimo Sr. Presidente; Ilustrísimos Académicos; Señoras, señores:

Abordar la figura de Cristóbal Colón, una de las grandes personalidades históricas de nuestra civilización, apabulla al más animoso. Máxime si el acto se realiza en un templo del conocimiento, como es esta Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, ante el ilustrado auditorio que hoy me acompaña y por invitación de su presidente, el Excmo. Sr. Don Domingo Buesa Conde. Así pues, me dirijo a Uds. desde la más absoluta humildad, y sólo en mi condición de novelista, aragonesa y española, para presentarles una investigación histórica que aspira a analizar un ángulo poco explorado del primer Almirante de las Indias: su retrato literario. No puedo garantizarles una representación exacta, dicha labor corresponde a los expertos y deberá ser certificada mediante una prueba científica irrefutable. Pero sí, les aseguro, es la imagen legada por Colón y sus allegados a la posteridad.

Cuando hace ahora cinco años me propuse escribir una biografía novelada sobre el descubridor del Nuevo Mundo, no podía imaginar la complejidad del personaje al que me enfrentaba. Mi fin inmediato era sumarme a los homenajes organizados con motivo del Quinto Centenario de su muerte. Decir que bebí con fruición en todas las fuentes que hablaban de él es decir poco: me empape en ellas. Por desgracia, no existía unanimidad sobre su identidad ni sobre su verdadera edad ni siquiera sobre su lugar de nacimiento. Pronto se hizo patente que el plazo de dos años, previsto para dar forma a la obra, resultaría insuficiente. Para entonces, la figura de Colón y la gesta americana me habían atrapado con tal fuerza que abandonar el proyecto era, simplemente, imposible. Enfrentarme al alma del navegante, a sus sentimientos más íntimos, a sus miedos, a sus ilusiones, a sus esperanzas y a sus fracasos se había convertido en el eje alrededor del cual giraba mi existencia.

El primer paso, sin duda el más difícil, fue dejar a un lado cuanto se había escrito acerca del marino durante los últimos cuatro siglos y centrarme en las narraciones de quienes lo trataron. Desde ese punto de vista no puede obviarse que todos sus coetáneos lo consideraron genovés. Yendo más lejos que cualquiera de ellos, el propio Colón hizo constar en su mayorazgo: ‘… que siendo yo nacido en Génova…’.

Ningún motivo había para falsificar este dato. En la corte de los Reyes Católicos, los genoveses estaban mal vistos debido a la guerra que mantenían contra la Corona de Aragón por el dominio del Regnum Sardiniae et Corsicae. Menos razones existían aún para que Colón mintiese en aquel documento: un mayorazgo es una escritura privada destinada a recoger las normas internas de un linaje noble y a regular sus transmisiones hereditarias. El hecho debería bastar para establecer que el descubridor nació en suelo genovés. La cuestión radica en averiguar cuándo y dónde.

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