Ilma. Sra. Dª. María Eugenia Vall Saiz
María Eugenia Vall nació en Madrid el 21 de Mayo de 1945. Los sucesivos destinos de su padre determinaron que durante sus primeros años viviera en varias ciudades de España. Con 10 años comenzó su curiosidad pictórica, cuando residiendo en San Sebastián, asistía a las sesiones de posado de sus padres para que la pintora Asun Asarta realizara sus retratos. Cuando tenía 13 años de edad, la familia se asentó en Zaragoza, lugar donde realizó sus estudios. Allí demostró su afición por el dibujo. Muy joven aún, comenzó a experimentar con los pinceles dando a conocer sus buenas condiciones con el dominio de las formas y el color.
En 1985 realizó su primera exposición individual en la Galería Goya de Zaragoza, siendo presentada por el crítico de Arte Ángel Azpeitia. En los años sucesivos, ha realizado casi una treintena de exposiciones individuales y cerca de un centenar de colectivas en España y en el extranjero. En su haber tiene numerosos primeros premios, medallas de oro, de plata y menciones de honor en los certámenes donde ha presentado su trabajo tanto en Zaragoza como en el resto de España. En 1996 fue nombrada Académica Correspondiente de la Real de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza.
Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, humanista, escritor, crítico de Arte,etc. en un libro publicado en 2004 a nivel nacional, escribió: «Esta académica aragonesa – de la Real de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza – ha realizado en el espacio de 15 años una veintena de exposiciones individuales, medio centenar de colectivas, ha ilustrado un buen número de libros y ha recibido un gran número de premios. Pero esto, con ser mucho, no es lo más importante. Lo verdaderamente significativo es que su pintura tiene una impronta de genialidad. Hay que pintar muy bien, hay que ser una artista de raza para lograr esas veladuras, esos juegos incomparables de luz que rompen una técnica casi hiperrealista. María Eugenia sabe muy bien lo que quiere pintar. Quiere generar transparencia. Quiere plasmar en la tela el aura que circunda las cosas, el aire que las rodea. Pintar el aire, ¡ahí es nada! . Ella lo logra, como logra integrar los bodegones en el paisaje, la naturaleza viva y los objetos inanimados. María Eugenia consigue que en sus cuadros el aire se mueva generando un aura suave, que agita ligeramente el aire y transforma las partículas que flotan, ingrávidas, en puntos de luz. María Eugenia escapa de pintar la transparencia del vidrio, voluminando los vasos, de retratar el espacio vacío. Es, sencillamente, genial».
Jaime Esaín Escobar, de la Asociación Internacional de críticos de Arte, escribió: «…Valiéndose de un sólido saber hacer profesional, demostrado en la sopesada concertación de los asuntos y en una rica adjetivación cromática, María Eugenia más que estilizar, idealiza con su poemático expresionismo los vidrios y frutas – núcleos de luz nacidos del color- que aparecen dispuestos en mesas de acusado regusto intimista. Las hábiles veladuras y transparencias utilizadas reducen los acúmulos objetuales a sombras emocionadamente vibradas, sumergidas en atmósfera de refinada elegancia….conducidas siempre por una exquisita sensibilidad, hasta alcanzar la cima de gozosa madurez que nos es ofrecida para regalo de la vista».
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